“Debemos
saber que los placeres, las alegrías, las risas
y los juegos por un lado y los sufrimientos, penas,
descontentos y quejas por otro, sólo provienen
del cerebro.
Por él pensamos, comprendemos, vemos, oímos,
conocemos lo bello y lo feo, el mal y el bien, lo agradable
y lo desagradable. También por él somos
locos, delirantes, nos asaltan temores y terrores en
la noche o después de llegado el día,
ensoñaciones, errores inoportunos, preocupaciones
sin motivo, ignorancia del presente, actos contrarios
a la experiencia”. Hipócrates.
Sigue vigente lo observado por Hipócrates (siglo
IV, AC), cuando describió a la melancolía
(“bilis negra”), con sus síntomas
principales: insomnio, anorexia, desaliento y sensación
de inutilidad. Fue el primer médico en correlacionar
los factores biológicos y su impacto en el funcionamiento
psíquico.
Los trastornos depresivos representan un grave problema
para la Organización Mundial de la Salud, por
la alta incidencia de pacientes que los presentan, acrecentados
en la actualidad por los traumas sociales que sufre
la humanidad. Diversos estudios muestran una
prevalencia de depresión entre el 5 y el 15% de la población adulta, en un momento dado y
que a lo largo de su vida, alrededor del 25% de la población
presentará algún trastorno depresivo.
Los pacientes que sufren cuadros depresivos, muchas
veces se presentan muchas veces, con quejas somáticas
(“depresión enmascarada”): aumento
o disminución del apetito, cansancio, fatiga,
falta de energía y de deseo sexual, insomnio
o hipersomnia, dolores corporales variados (cefaleas,
dolor de espalda, dolor articular), pesadez en las extremidades
y síntomas gastrointestinales (diarreas, flatulencia,
dolor abdominal, náuseas) o cardiovasculares
(palpitaciones, dolor en el pecho). Es por ello, que
consultan de manera exagerada al médico clínico
y se le piden complicados exámenes diagnósticos
de laboratorio, que retrasan el tratamiento del trastorno
depresivo subyacente.
De no tratarse adecuadamente, los trastornos depresivos
pueden conducir a discapacidades graves, muerte por
suicidio, aumento de los costos del cuidado de la salud
y a la desesperanza familiar. Las mujeres presentan
el doble de riesgo que los hombres y constituyen la
segunda causa en el ranking de mortalidad y discapacidad
por enfermedades, a continuación de la enfermedad
coronaria. Las proyecciones para el año 2020,
señalan que la desplazará y llegará
a ocupar el primer lugar.
El ranking de enfermedades que producen alta mortalidad
y discapacidad son:
1) Enfermedad isquémica coronaria
2) Depresión
3) Enfermedad cardiovascular
4) Uso de alcohol
5) Accidentes de tránsito
La depresión, asociada a otras enfermedades médicas,
tiene un alto impacto en el pronóstico de las
mismas, así por ejemplo:
- En los pacientes con diabetes, la depresión
se asocia con poco control de la glucemia y mayor riesgo
para complicaciones, especialmente cardíacas;
- La tasa de mortalidad de pacientes depresivos que
se recuperan de un infarto de miocardio, es el triple
que en los pacientes no deprimidos.
- La mortalidad en pacientes deprimidos, que han sufrido
accidentes cerebro-vasculares es mayor.
En general, los pacientes con depresión tienden
a no cumplir los tratamientos médicos, siendo
los resultados más pobres que en los pacientes
con la misma enfermedad pero sin depresión. Por
otro lado, la depresión materna tiene un fuerte
impacto en el desarrollo emocional y cognitivo de sus
hijos.
Se estima que el 15% de los pacientes con depresión
grave mueren por suicidio. La tasa de suicidio en EE.UU.
es de 30.000-35.000 muertes por año, similar
a la mortalidad por leucemia.
Las presentaciones de la depresión clínica pueden ser muy variadas, con distintas combinaciones
de síntomas.
Se pueden agrupar los síntomas en cuatro categorías:
1. Estados de ánimo y afectividad: tristeza, incapacidad de sentir afecto, pérdida
de placer e interés en casi todas las cosas,
sensación de vacío, apatía, ansiedad,
tensión, irritabilidad, enojo.
2. Pensamiento y proceso cognitivo: disminución
de la concentración, indecisión, pérdida
de la autoestima, autorreproches, culpa, impotencia,
pesimismo, deseos de morir, pensamientos suicidas.
3. Actividad psicomotriz: retardo (lentitud
en los movimientos corporales, reducción de la
expresión facial, falta de comunicación,
aislamiento) o agitación (inquietud, impaciencia,
hiperactividad incontrolable y sin sentido.
4. Manifestaciones somáticas: cambios
en las funciones básicas (insomnio, hipersomnia,
aumento o disminución del apetito, disminución
del deseo sexual); cambios en la vitalidad (cansancio,
astenia, falta de fuerzas); sensaciones corporales (dolores,
opresión, frío, pesadez en las extremidades)
y síntomas viscerales (gastrointestinales, cardiovasculares).Para
realizar un diagnóstico de trastorno depresivo,
el paciente debe reunir varios de estos síntomas.
Lamentablemente no se cuenta con ningún método
complementario, ni estudio de laboratorio que permita
realizar el diagnóstico de depresión.
Por otra parte, resulta importante diferenciar la depresión
clínica de las respuestas normales de adaptación
a las situaciones de crisis, frustración, pérdida
o duelo.
Es necesario descartar que el cuadro depresivo no sea
debido a medicamentos con acción depresógena
(algunos antihipertensivos, sedantes, alcohol, antiparkinsonianos,
anticonceptivos, corticoides y hormonas), o a enfermedades
médicas (hipotiroidismo, tuberculosis, mononucleosis,
cáncer de páncreas, anemia, hepatitis).
Muchas hipótesis tratan de explicar la etiología
de los trastornos depresivos. En general se aceptan
que existen varios factores que se interrelacionan para
producir el cuadro depresivo. Existiría una vulnerabilidad
biológica trasmitida genéticamente,
que sería el terreno premórbido, que en
condiciones negativas, que causan estrés, da
lugar a un disbalance en el sistema límbico,
desencadenando un episodio depresivo. Y es precisamente
en esta vía final donde los antidepresivos efectuarían
su acción correctora.
La neurobiología molecular incluye determinadas
situaciones vitales, a las que llama factores
estresores, como determinantes de efectos biológicos,
tan importantes como los que puede producir un gen anormal.
En presencia de este último pueden ocurrir dos
alternativas:
1. Que determinadas personalidades funcionen como filtro
de estos factores estresantes, pudiendo mitigar y desafiar
al código genético.
2. Otras que operando como una lupa, aceleren o acrecienten
los daños potenciales de los eventos vitales,
los que actuarán sobre el gen, aumentando su
capacidad para contraer la enfermedad.
Por lo tanto, también para la neurobiología
existe una determinada ecuación etiológica.
La modulación del sistema neuroquímico
es efecto de una complementariedad entre factores
innatos (herencia) y vivencias infantiles (series complementarias
epigenéticas).
Se cumple aquí, tal como Freud lo desarrolló
en su concepto de series complementarias, y los modelos
de la moderna neurobiología lo confirman, un
ordenamiento en una serie, dentro de la cual estos dos
factores se presentan de tal modo, que uno aumenta cuando
el otro disminuye.
El neuroaprendizaje celular permite
que, suspendido el psicofármaco que haya resultado
beneficioso, se conserven los cambios positivos de manera
definitiva.
El tiempo de latencia para que un psicofármaco
actúe significa un aprendizaje biológico
con un tiempo de espera. Ese tiempo se insume para que
la información recibida por el receptor, migre
a los protooncogenes y de allí a los procesos
intranucleares. En cambio, si no se logran que estos
pasos sean exitosos y existe una “resistencia
biológica”, no se producirá el efecto
del neuroaprendizaje y neuroplasticidad y consecuentemente
la acción no se mantendrá en el tiempo.
Se pueden entonces diferenciar cuatro tipos de respuestas
psicofarmacológicas (cuadro 1):
1. Tipo I, No Responde-“No Aprende”: es el grupo que tiene resistencia psicofarmacológica
absoluta.
2. Tipo II, Responde: es el grupo que
presenta resistencia parcial. Ella se puede vencer aumentando
la dosis de los antidepresivos o con estrategias de
potenciación. Es decir, pueden sobrepasar la
resistencia biológica inicial. Este sería
el clásico ejemplo clínico, en que el
paciente sobrelleva un tiempo prolongado sin responder
a un psicofármaco y comienza a tener una respuesta
“cuasi milagrosa” cuando se corrige la dosis
o se asocian diferentes fármacos.
3. Tipo III, Responde-“No Aprende”: es el grupo de pacientes donde el efecto terapéutico
se mantiene mientras que el sujeto reciba la medicación,
ya que si se la suspende, el enfermo recae. La neurona
responde al estímulo enviado por el ligando exógeno
(psicofármaco), pero “no aprende”
la nueva información porque la transcripción
genética es “reprimida” en alguna
fase del proceso.
4. Tipo IV, Responde-“Aprende”: es
el grupo de pacientes con el tipo de respuesta psicofarmacológica
más exitosa. No solo responde, sino que una vez
que pasa un tiempo suficiente asintomático y
luego de suspender la medicación, no recaen en
la depresión. En este tipo de pacientes el retiro
de la medicación no provocará una recaída.
Los factores estresores (que se vinculan a los caracteres
del vínculo primario), ocupan un lugar de privilegio
respecto de la influencia que ejercen sobre el factor
constitucional.
Una vez que se ha realizado el diagnóstico del
trastorno depresivo, los objetivos del tratamiento serán:
a) Reducir y finalmente hacer desaparecer todos los
signos y síntomas del trastorno depresivo
b) Restablecer las funciones ocupacionales y psicosociales
c) Minimizar el riesgo de recaídas
Para lograr estos objetivos, contamos con distintas
opciones de tratamiento: la psicoterapia y la psicofarmacología.
Un abordaje combinado de ambos tratamientos es el que
ofrece las mejores chances de recuperarse adecuadamente
del episodio depresivo.
Respecto al tratamiento con antidepresivos, existe en
la actualidad una amplia gama de recursos (cuadro 1).
Cuadro
1: Acciones Farmacológicas y Clínicas
de los Antidepresivos en Pacientes Depresivos |
ANIMO
Mejora el ánimo
Desinhibición
Activación
Sedación
|
COGNICIÓN
Mejoramiento
Peligro de switch maníaco:sólo en
30% bipolares y en10% unipolares |
SUEÑO
� despertares
nocturnos
� REM
› Fase IV
› período
latencia REM |
ESTIMULACION (arosual)
Dosis bajas:
‹ sincronizan
EEG
� ritmo alfa
Dosis altas:
�umbralepiléptico
|
A partir de la década del 50, se desarrollaron
dos clases de antidepresivos, los llamados Inhibidores
de la Monoaminooxidasa (IAMO) y los Tricíclicos,
que fueron muy eficaces pero presentan gran cantidad
de efectos adversos, por lo que no son de primera elección.
A principios de los 80 aparecieron los antidepresivos:
1) Inhibidores Selectivos de Recaptación
de Serotonina (IRSS): Fluoxetina, Sertralina,
Paroxetina, Fluvoxamina y Citalopram.
2) Duales: Venlafaxina, Milnacipran,
Mirtazapina.
3) Otros: Tianeptina, Reboxetina, Nefazodone,
Bupropion.
Han sido ampliamente utilizados en todo el mundo, por
ser seguros, bien tolerados, y actuar no sólo
en la depresión sino también en el pánico,
fobias, trastornos obsesivos-compulsivos y ansiedad.
Los IRSS presentan algunos efectos
adversos, que en el largo plazo pueden dificultar el
cumplimiento del tratamiento como son las disfunciones
sexuales, los trastornos gastrointestinales y las alteraciones
del apetito.
Otros antidepresivos como el Bupropion o la Reboxetina,
actúan sobre otros neurotransmisores (dopamina,
noradrenalina) y son útiles en otro perfil de
pacientes, sobre todo en aquellos que presentan astenia,
abulia, inhibición psicomotriz, falta de energía,
de motivación, de concentración, que podrían
deberse a una falla de la regulación de los neurotransmisores
de noradrenalina y dopamina.
El Nefazodone se lo ha utilizado como complementario
de las disfunciones sexuales de que producen otros antidepresivos.
La última generación la constituyen los
antidepresivos, llamados Duales (Venlafaxina, Milnacipran y Mirtazapina), porque
al actuar sobre varios neurotransmisores cerebrales
(serotonina, noradrenalina) de forma simultánea,
podrían tener mayor eficacia en un subgrupo de
pacientes graves. Son mejor tolerados, y presentan escasos
efectos adversos. La Mirtazapina se indica
por la noche por su efecto sedativo, mejorando el sueño,
el apetito y la ansiedad. El Milnacipran presenta
escasos efectos sobre la sexualidad y el apetito, en
tanto que se deberá ejercer un exhaustivo control
sobra la presión arterial cuando se administre Venlafaxina.
Cuando los pacientes no responden a estos antidepresivos,
se puede potenciar el efecto de los mismos con el Carbonato
de Litio, para optimizar la respuesta al tratamiento.
El litio es gran utilidad para impedir el reciclaje
de los trastornos maníaco-depresivos.
Cuadro
2: Eficacia psicofarmacológica |
Tipo de Respuesta (Regulación
Genética) |
Tipo I: |
No Responde - “No Aprende”
(sin efecto psiofarmacológico) |
Tipo II: |
Responde(aumento de dosis o potenciación) |
Tipo III: |
Responde -”No Aprende”(mientras
reciba el antiderpesivo)
|
Tipo IV: |
Responde - Aprende(continua la respuesta
aún sin recibir el antidepresivo) |
En casos graves se pueden combinar distintos antidepresivos,
y de esta manera potenciar sus respectivas acciones
y neutralizar algunos efectos adversos.
En un estudio realizado recientemente, en el cual se
controlaron 430 pacientes depresivos, durante un lapso
de 15 años, se demostró que luego de la
remisión inicial, presentaron recurrencia el
85% de los mismos. La depresión del 90% de los
recurrentes fue de tipo unipolar y sólo el 10%
fue bipolar. El 77% de los que presentaron recurrencias
no estaban medicados con antidepresivos en el mes anterior
al episodio y el 23% de los restantes los estaba en
bajas dosis. El estudio demuestra que los predictores
significativos de recurrencia son:
1) Mujeres solteras;
2) Episodios depresivos previos de duración prolongada;
3) Suspensión del tratamiento antidepresivo.
¿Durante cuánto tiempo debe mantenerse
el tratamiento?
Se ha propuesto que los candidatos a “tratamiento
de por vida” sean aquellos que presenten (cuadro
3):
Cuadro
3: Duración recomendada de un tratamiento
psicofarmacológico antidepresivo |
Número de
episodio depresivo
|
Duración
de tratamiento |
Primero
Agudo
Continuar
Discontinuar |
6-8 semanas (hasta asintomático)
4-6 meses (hasta normalidad)
4-6 meses (si no hay recaídas)
|
Segundo |
4-5 años |
Tercero |
Indefinida (¿de por vida?) |
1) Tres o más episodios;
2) Mayores de 40 años desde el 2° episodio;
3) Mayores de 50 años desde el 1er episodio;
4) Altos índices de recurrencia;
5) Episodios incapacitantes;
6) Acentuados riesgos suicidas.
Las dosis a largo plazo, que protegen tanto de las recaídas
como de las recurrencias son las mismas que resultan
efectivas en el tratamiento agudo.
BIBILIOGRAFÍA
(1) Moizeszowicz, J.: "Psicofarmacología
Psicodinámica IV. Estrategias terapéuticas
y psiconeurobiológicas", Buenos Aires, Editorial
Paidós, 1998.
(2) Moizeszowicz, J. y Moizeszowicz, M.: “Psicofarmacología
y Territorio Freudiano. Teoría y clínica
de un abordaje interdisciplinario”, Buenos Aires,
Editorial Paidós, 2000
(3) Moizeszowicz, J. y Monczor, M.: “Psicofármacos
en Geriatría. Indicaciones, beneficios y riesgos
en los trastornos psicopatológicos”, Buenos
Aires, Editorial Mc Graw Hill Interamericana, 2001.
(4) Mueller, G. y col.: ”Recurrence after recovery
from MDD during 15 years of observational folow-up”,
American Journal of Psychiatry 156: 1000-1008, 1999.
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