En 1931 Sen y Bores
comienzan a usar los alcaloides de la rawvolfia (reserpina)
para controlar las conductas psicóticas.
En 1938, mientras se descubren las primeras hormonas,
Freud afirma en “Esquemas de Psicoanálisis”
que (3):
“la terapia nos ocupa aquí únicamente
en la medida que ella trabaja con medios psicológicos.
Quizás el futuro nos enseñe a influir
en forma directa, por medio de sustancias químicas
específicas, sobre los volúmenes de energía
y sus distribuciones dentro del aparato anímico.
Puede ser que se abran para la terapia otras insospechadas
posibilidades: por ahora no poseemos nada mejor que
la técnica psicoanalítica, razón
por la cual no se debería despreciarla a pesar
de sus limitaciones”...
En 1949 Cade en Australia descubre, con éxito
terapéutico, la utilidad de las sales de litio
para la enfermedad maníaca. En el mismo año,
Laborit en Francia, comienza el estudio de la clorpromazina
como antihistamínico, para lograr la hibernación
artificial. Poco después Delay y Deniker muestran
su utilidad como antipsicótico.
En 1958 Janssen demuestra la eficacia de las butirofenonas
para los síntomas delirantes y Kuhn la de la
imipramina para la depresión.
Para la misma época se “redescubren”
las propiedades ansiolíticas del clordiazepóxido
sintetizado en 1947.
Es entonces, a partir de 1950, con la aparición
de psicofármacos efectivos, cuando se hace posible
el control sintomático de la patología
mental y pueden practicarse nuevas formas de tratamientos
ambulatorios de la enfermedad mental, como son las concepciones
psicosociales y comunitarias de la misma.
La psicofarmacología progresa rápidamente
aprovechando el avance de otras ciencias biológicas,
y puede sintetizar fármacos cada vez más
efectivos que influyan en forma más selectiva
sobre determinadas patologías específicas.
No es entonces la casualidad la que permite que las
concepciones de Jones (7) y la primera experiencia de
Hospital de Día “Social Psychotherapy Centre”
en Hampstead, Inglaterra daten de esa época.
En 1959 existen en Inglaterra 59 Hospitales de día
(2).
Desde aquella fecha, se desarrollan en forma rápida
y se propaga a todo el mundo esta modalidad de atención,
que aparece con muy buenos resultados. Los mismos están
basados en “permitir que dentro de la comunidad
se ensayen papeles sociales y vocacionales que se aproximarán
luego a lo que el paciente encuentra en la comunidad
exterior” (7).
Además el ahorro camas /costo /día hace
comprometer a los gobiernos de los países desarrollados
en la reforma de la salud mental: creación de
Servicios de Psiquiatría en los hospitales generales,
Inclusión de Hospitales de Día y fin de
la era manicomial con chalecos farmacológicos
que sedaban y endentecían el pensamiento de los
pacientes.
En nuestro país esta modalidad comienza de manera
precoz con ideas puestas en práctica por García
Badaracco (5).
Sin embargo, en nuestro medio, no son los pacientes
o sus familiares los que resisten este cambio hasta
el día de hoy, sino algunos terapeutas.
Las razones son variadas: temor a que “su paciente”
sea dejado a su albedrío patológico en
una comunidad poco controlada terapéuticamente
o dedicada a lucrar con internaciones prolongadas; miedo
a tener que disminuir sesiones terapéuticas semanales,
que hagan descender sus ingresos económicos;
convencimiento de que la forma de tratamiento “individual”
es la prioritaria en el mejoramiento; falta de buenos
diagnósticos fenomenológicos que hablen
de la perturbación y pronóstico y no simplemente
de la parte psicótica, a la que todo paciente
accede una vez mejorado, etc.
Estas ideas, que sostienen que el abordaje individual
es lo principal, es la depositaria de la idea más
disociativa de los enfermos perturbados: la que trata
de aislarlos del mundo real (o del sustituto constituido
por la comunidad terapéutica) y que presupone
el principio de no-curación. Se ignora así
la experiencia acumulada, a este respecto, tanto nacional
como intencional.
El médico que tiene a su cargo el control psicofarmacológico
es llamado “médico administrador”,
desplazado al simple lugar de quien otorga la receta
para la compra de medicamento, algunas veces por los
psicoterapeutas y, otras por él mismo. Sin embargo
su origen se remonta, no al dador de una medicación,
sino como lo definió Frida Fromm Reichmamm al
encargado de “administrar” los pensamientos
y conductas más desorganizadoras, agresivas o
peligrosas durante el resto del día, en que el
paciente permanecía en la comunidad y no tenía
su hora individual terapéutica diaria (4).
Por ello los comienzos de los Hospitales de Día
están indisolublemente ligados a los de la Psicofarmacología.
Los pacientes que acuden a estas Instituciones son:
a. aquellos que han requerido una internación
por una patología aguda y que necesitan de una
etapa intermedia en su reinserción social y
b. aquellos otros en que la atención psicoterapéutica
individual no es suficiente para abordar la patología
de base y necesitan de otras técnicas psicoterapéuticas,
conocidas hoy como “Abordaje Múltiple”(6,
9).
En el primer caso los pacientes son remitidos con una
medicación psicofarmacológica de mantenimiento,
a la cual ya se han adaptado en forma previa y en segundo
se debe instrumentar la necesidad de la misma, de acuerdo
a la evaluación del equipo terapéutico
(en la cual, muchas veces es necesario tener en cuenta,
la realizada por los demás pacientes de la comunidad).
El uso de psicofármacos ha permitido incorporar
a las patologías ya clásicas, que se benefician
de la Clínica Diurna, otras que se consideraban
contraindicadas como son:
• las conductas antisociales, que se pueden controlar
por el uso de anticíclicos y litio;
• las adicciones, cuando existe voluntad de abstinencia
administrando agonistas alfa adrenérgicos (clonidina)
o determinadas benzodiazepinas como el clonazepam
• la desorganización y los síntomas
negativos de las esquizofrenias que se pueden reducir
con los nuevos antipsicóticos “atípicos”;
• la depresión con ideación suicida
en donde se comprobó que la desregulación
de la serotonina puede mejorarse con los nuevos antidepresivos
inhibidores de la recaptación serotoninérgica
(además de la posibilidad de incluir dentro de
este contexto el acompañamiento terapéutico
y la ayuda familiar complementaria) (10).
Los hospitales de día generales son de poca utilidad
para los pacientes con riesgo suicida inminente, con
retardo mental severo, con síndromes cerebrales
orgánicos y con demencias, ya que para estas
patologías se necesita un programa diferente
y personal especializado para tales fines.
Aún no se cuenta con fármacos que actúen
sobre los procesos cognitivos, como sería el
bloqueo de la formación de la degeneración
proteica beta-amiloidea cerebral en las demencias degenerativas.
Las Clínicas de Día, aun aquellas que
funcionan dentro de los lugares de internación,
ayudaron a que la Psiquiatría, mal definida en
forma exclusivamente fenomenológica o biológica,
tuviese un nuevo punto de inflexión. Se la llamó
“Psiquiatría Dinámica” porque
comenzó a tener un cuenta:
• al Psicoanálisis con una mayor comprensión
de los conflictos intrapsíquicos, con aceptación
de los cambios cualitativos a través de la palabra.
• a la Psicofarmacología al poder entender
a través de los neurotransmisores, la acción
farmacológica cuantitativa dentro del proceso
psicoterapéutico y
• a la evolutividad de los conceptos socio-familiares,
etc.
• En la medida que el Aparato Psíquico
recibe excitaciones de origen externo e interno se halla
sometido a una exigencia de trabajo, que implica el
pasaje de la cantidad a la cualidad (10).
Es necesario agregar a la invasión cuantitativa
la incapacidad del sujeto de responder a la misma adecuadamente.
Esta adecuación se halla vinculada a la capacidad
de controlar y elaborar psiquiátricamente esa
excitación.
Luego de seis años de trabajo interdisciplinario
en una comunidad terapéutica sin internación,
con una experiencia de alrededor de 250 pacientes, se
ha logrado integrar dos diferentes orientaciones psicoterapéuticas
consideradas tradicionalmente opuestas y rivales: la
Dinámica y la Cognitiva-Comportamental (ambas
incluyen por igual lo Psicofarmacológico) en
el tratamiento de pacientes con diferentes trastornos
mentales agrupables en Clínica de Día
de Adultos (Tabla 1).
Tabla
1: Diagnósticos, según el DSM-III-R,
de 170 pacientes de Clínica de Día,
evaluados con seguimiento
Clínica de Día “El
Aleph” (n: de 230 pacientes) |
DIAGNOSTICOS
|
HOMBRES |
MUJERES |
PORCENTAJE (%) |
Depresión Mayor |
24 |
52 |
45 |
Trastorno Bipolar |
7 |
14 |
12 |
Esquizofrenias |
21 |
7 |
16 |
Esquizo-afectivos |
4 |
10 |
8 |
Adicciones |
8 |
1 |
5 |
Trastornos Alimentarios |
|
5 |
3 |
Neurosis (Fobias, obs-compulsivos) |
5 |
3 |
5 |
Otros (Hipocondría, S.disociativos) |
6 |
4 |
6 |
Totales de pacientes |
75 |
95 |
100 |
Durante estos años, pacientes y terapeutas incluidos,
se ofrecen como un espacio para que estas experiencias
patológicas, repetidas automáticamente
a lo largo de la vida, puedan ser escuchadas, decodificadas
y de este modo introyectadas con la cualidad emocional
distinta a la original. Este abordaje grupal tiene un
efecto modificador de los vínculos intrapsíquicos
permitiendo una articulación distinta entre sus
recursos y el mundo exterior.
El tratamiento psicofarmacológico en el Hospital
de Día está presente en todas sus áreas:
1. Área dinámica
2. Área cognitiva
3. Área social
4. Área de recreación
5. Área corporal-expresiva
6. Área de evaluación
Es difícil establecer una forma individual cuál
es el tratamiento “más exitoso”,
de manera que es lógico intentar combinaciones
y convergencias terapéuticas para beneficio de
los pacientes, seleccionando aquellas estrategias más
eficientes para cada una de las problemáticas.
Nuestra experiencia nos indica la imprescindibilidad
del abordaje psicofarmacológico durante este
proceso terapéutico en un Centro Diurno sin internación.
TODOS nuestros pacientes que han transitado por estas
seis áreas estuvieron medicados durante el período
que duró su estadía; nunca se consideró
al psicofármaco como obstáculo u obturador
de la palabra o el pensamiento.
Fue interesante observar cómo efectos colaterales
que los familiares o los enfermos no detectaban, podían
evidenciarse a través de las evaluaciones de
los terapeutas o de otros pacientes. Así por
ejemplo cierta rigidez en las tareas de terapia ocupacional
o el temblor al encender un cigarrillo en las sesiones
grupales, eran señalados por los terapeutas u
otros pacientes.
Estos datos servían para que el médico
administrador, quien está en estrecha relación
con el equipo terapéutico pudiese evaluar en
forma conjunta con los terapeutas, el paciente y la
familia, fuera de la sesión individual psicoterapéutica
que el paciente tiene fuera del Centro, la sintomatología
-de causa medicamentosa o no- que el paciente
refiere en forma adecuada, exagerada o menospreciada.
La necesidad de disminuir las dosis o agregar medicación
coadyuvante, es de esta forma mucho mejor tolerada que
si la misma es impuesta al paciente desde un lugar de
pretendido saber médico, muchas veces sólo
evaluable por un síntoma colateral aislado que
manifiesta el paciente.
Así por ejemplo, indicar los anticolinérgicos
con antipsicóticos por la rigidez, o los beta-bloqueantes
con litio por el temblor fino, adquieren una dimensión
clínica interdisciplinaria, ya que su uso se
basa en las necesidades diarias del tratamiento. Ello
redunda en el uso de dosis psicofarmacológicas
bajas y ahorro de medicaciones para los efectos colaterales.
El psicofármaco, puede ser aquí entendido
como un objeto que puede actuar cuando la palabra -es
decir el orden de la cualidad y de las representaciones-
desaparece como consecuencia de la invasión cuantitativa
al Aparato Psíquico. La psicosis comporta un
ataque de esta naturaleza. Cantidad que no pudo ser
cuantificada oportunamente.
Cada escuela psicoterapéutica lucha para acentuar
las diferencias, atribuyendo los buenos resultados del
tratamiento a dichas diferencias. Cada una de las psicoterapias
defiende su posición ya que el prestigio, el
narcisismo la seguridad económica de los terapeutas,
dependen en alto grado de lo que puedan demostrar a
través de sus teorías y de los métodos
utilizados. Los mismos deben ser más exitosos
de los que emplean sus “rivales”.
Los pacientes acuden a la consulta preocupados por sus
síntomas de ansiedad, depresión, soledad,
disminución de la autoestima, desesperanza, etc.
y por sus manifestaciones de desmoralización
y por los conflictos interpersonales con miembros significativos
de su entorno. En general los pacientes mejoran frente
a los aspectos tranquilizadores del vínculo terapéutico
con diferentes “padres que se comprenden y que
no se atacan”.
Los abordajes Psicodinámico y Cognitivo-Comportamental
(que incluye el Psicofarmacológico) tienen por
lo menos los siguientes tres puntos en común:
a. La relación paciente-terapeuta
b. El contenido del diálogo psicoterapéutico.
c. Las técnicas.
Beck habla de un modelo continuo y tomando específicamente
el tratamiento de la depresión afirma que la
psicofarmacoterapia, el psicoanálisis y la terapia
cognitiva-comportamental son distintas perspectivas
de un mismo fenómeno, a pesar de las diferencias
que pueda haber entre ellas. Sostiene que la mejoría
clínica está basada en la reestructuración
cognitiva de la experiencia lograda con los distintos
enfoques (1).
Existen distintos modos de tratar en la actualidad los
desórdenes mentales, pudiéndose afirmar
que distintos procesos terapéuticos producen
resultados similares. Cada abordaje resuelve un cierto
tipo de alteración.
Klimovsky afirma que (8):
... “cuando un científico tiene que
construir una teoría o bien basarse en una teoría
para solucionar cierto tipo de problemas tiene que formular
las que se denominan “hipótesis factoriales”.
En éstas se consideran ciertos factores como
importantes y determinantes pero que en cambio otros
no lo son. Una vez que se ha hecho esa diferenciación
quien está en posición no la ha abandonado
fácilmente. La Psicofarmacología, el Psicoanálisis
y la Psicoterapia, en vez de haberse escindido tan violentamente
una de las otras, deberían adoptar hipótesis
factoriales que implican límites de separación
menos duros acerca de lo que es o no pertinente para
el conocimiento o la acción terapéutica”...
La repercusión o sea el pronóstico de
ese paciente está vinculado en forma estrecha
con la capacidad social residual que pueda adquirir
a través del tratamiento. Las capacidades sociales
permiten conectar lo interno subjetivo con lo externo.
Este enfoque no significa considerar a las alteraciones
mentales como un problema exclusivamente social, porque
de ser así se caería nuevamente en otra
forma de unilateralidad. Este abordaje es necesario
para pacientes que además de concurrir a la Clínica
de Día reciben psicofarmacoterapia y psicoterapia
individual y/o familiar, en general de orientación
dinámica, fuera de la Clínica. Un modelo
de trabajo no interfiere con el otro, sino que, por
el contrario, evidencian su complementariedad. Por ejemplo
un paciente con limitaciones verbales y/o simbólicas
con poca sociabilidad, se beneficiará más
-en un comienzo- con intervenciones orientadas
a un aprendizaje social, y en una segunda etapa -al
adquirir mayores habilidades sociales -podrá
explorar aquellos problemas más antiguos que
contribuyeron a la enfermedad, retroalimentando a través
del insight nuevos patrones adaptativos (9).
Sobre 170 pacientes de los últimos 6 años,
que se están evaluando, a través de entrevistas
personales, familiares o telefónicas, más
del 70 % tuvieron una “buena evolución”
de acuerdo a los ítems encuestados (Tabla 2).
Tabla
2: Encuesta de seguimiento para pacientes externados
de Clínica de Día
Clínica de Día "El Aleph"
(n: de 230 pacientes) |
Área socio-familiar
(inserción familiar, social, trabajo, estudios
, ocupación, cambio de resolución
de problemas complejos
|
Muy Buena, Buena,
Regular, Mala |
Evolución clínica |
Internaciones,
Descompensaciones |
Contacto con la realidad |
Muy Buena, Buena,
Regular, Mala |
Estado Emocional |
Estable, Inestable |
Continúa en tratamiento |
Si, No |
Por ejemplo, la experiencia realizada con pacientes
depresivos y bipolares (57 % de nuestra casuística)
nos señalan las claras ventajas del tratamiento
psicofarmacológico antidepresivo y anticíclico
-dentro del tratamiento grupal- en este tipo de
pacientes.
Pequeñas mejoras en el ánimo, producidas
por la medicación, pueden amplificarse dentro
del contexto grupal con el objetivo de reforzar positivamente
ciertas conductas o actitudes, que muchas veces no pueden
ser percibidas en el ámbito de una psicoterapia
individual.
La necesitad de cumplir con la obligación de
concurrir al Centro Diurno, que antes no existía,
permite al enfermo interesarse en su arreglo personal
y en una necesidad de comunicación con sus pares
sobre actividades realizadas en el día anterior.
Las sesiones grupales permiten introducir la posibilidad
de resolver en el paciente inferencias negativas, que
no aparecen en forma habitual en las sesiones individuales.
Tales inferencias negativas pueden ser perjudiciales
o beneficiosas para la psicoterapia según como
sean manejadas por el terapeuta. Por ejemplo, no podría
dejar de responderse a las afirmaciones como “No
progreso al mismo tiempo que el resto de los miembros
del grupo”, “Otros parecen más inteligentes
o menos deprimidos que yo”, “Mis problemas
no tienen solución”.
Los pacientes tienen delante otros pacientes y las conductas
de éstos, con las cuales se comparan permanentemente.
Esto incluye también los intercambios, en presencia
de terapeutas o en momentos libres entre los pacientes,
acerca del tipo, cantidad y forma de las medicaciones
administradas.
En algunos momentos en que algunos pacientes quedan
fuera de la atención del terapeuta, es más
fácil que permanezcan en silencio, rumiando ideas
negativas y atribuyendo a la mala forma de estar medicado
sus alteraciones.
Estas tendencias reciben atención y pueden ser
examinadas por el equipo terapéutico, y corregirse
mediante el aumento de las dosis de antidepresivos o
cambiarlo, de acuerdo a los árboles de decisión
ya preestablecidos, permitiendo en numerosos casos el
acortamiento del ciclo depresivo (11).
A ello se le deben agregar las “Tareas para el
Hogar” y la confrontación diaria habitual
con el grupo.
Por lo tanto, al aparato psíquico siempre estaría
al acecho de un ataque masivo cuantitativo, que el psicótico
tratará de cualificar a través de sus
mecanismos restitutivos. Esta invasión de excitación,
es generadora de patología en la medida que desarticula
y desorganiza la lábil configuración yoica.
Al no ser posible contener desde el Yo e integrar estas
cargas para todo el Self, es cuando se agota la palabra
y se hace necesario recurrir a los psicofármacos,
ya sea para disminuir la excitación (por ejemplo,
uso de antipsicóticos) o de aumentarla (por ejemplo,
uso de antidepresivos). En este último caso,
la no-fusión pulsional y por lo tanto el predominio
de la pulsión de muerte provoca que la pura cantidad
de aloje a nivel de una instancia: el ideal del Yo que
tortura y somete al Yo.
También se deberá tener en cuenta la utilidad
de los psicofármacos en las fases profilácticas.
Conflictos muy dolorosos o regresivos del orden vital
(separaciones, duelos, pérdidas laborales, etc.)
pueden dar lugar a respuestas cuantitativas, (que en
general la familia y el terapeuta conocen) que es recomendable
prevenir con la administración profiláctica
de psicofármacos, para no provocar situaciones
de “brotes”, recaídas o accesos de
mayor gravedad.
Es conveniente buscar la forma de evitar las actitudes
mágicas referentes a los medicamentos. Las drogas
o hierbas, cuya acción farmacológica no
puede ser demostrada, cuentan, desde un comienzo, con
una alianza enferma paciente-terapeuta del “principio
mágico de la curación”.
Resumiendo, los psicofármacos estarían
indicados (10):
En la fase aguda,
• para disminuir el nivel de excitación
y/o ansiedad y mejorar la inhibición, cuando
dichos niveles implican pensar y reflexionar al paciente,
y para tratar de disminuir al mínimo los días
de internación.
En la fase crónica o profiláctica,
• para impedir respuestas cuantitativas ya conocidas
y situaciones dolorosas y/o regresivas que puedan dar
origen a respuestas psicopatológicas impredecibles
• para impedir invasiones desorganizantes al aparato
psíquico que puedan llevar a la pérdida
del juicio de realidad,
En ambos casos, tratando de evitar la internación
y la separación del grupo familiar.
Se tratará así de establecer una sólida
base, con alianza científica, entre pacientes
y terapeutas que permita evitar caer en relaciones transferenciales
de idolatría o de hechicería si se tiene
éxito, o denigratorias, si se fracasa.
BIBLIOGRAFIA
1. Beck A., Cognitive Therapy of Depression. Gulford
Press, New York, 1978.
2. Bierer J., Theory and practice of Psychiatric Days
Hospitals. Lancet 11, 901, 1959.
3. Freud S., Esquemas en Psicoanálisis, T. XXIII,
Amorrortu, Buenos Aires, 1980.
4. Fromm Reichmann F., Psicoterapia en las Psicosis.
Hormé, Buenos Aires, 1962.
5. García Badaracco J. E., Comunidad Terapéutica
Psicoanalítica de Estructura Multifamiliar. Tecnipublicaciones,
Madrid, 1989.
6. Guala S., Moizeszowicz J., Terapéutica de
Abordaje Múltiple en Pacientes de Alto Riesgo.
Una depresión con treinta años de adicción.
Revista Argentina de Psicofarmacología 3:3, 1992.
7. Jones M., The Therapeutic Community. Basic Books,
New York, 1953.
8. Klimovsky G., Psicoanálisis, Psicoterapia
y Psicofarmacología. Actualidad Psicológica,
1992 (en prensa)
9. Moizeszowicz J., y col., Utilidad del Abordaje Dinámico
Cognitivo en Clínica de Día de Adultos.
Revista El Campo de las Terapias 3:16, 1992.
10. Moizeszowicz J., Psicofarmacología Psicodinámica
II. Aspectos neuroquímicos, neuropsiquiátricos
y psicológicos. Paidós, Buenos Aires,
1989.
11. Moizeszowicz J., Actualización en Psicofamacología
II. Vertex, Revista Argentina de Psiquiatría
III, Supl. 2, 1992. |