Prólogos
Prólogo
I
Dr.
Omar J. Ipar
Profesor
titular de Psiquiatría de la Facultad de Medicina
Universidad Nacional de Buenos Aires
El gran desafío al que ha
de hacer frente la medicina, en el curso de los próximos
años, consistirá en integrar sus conocimientos
sobre bases más científicas y en presentar
simultáneamente un rostro más humano en
el que predomine el interés por la psicología
de los enfermos. Si la medicina del futuro se hace más
técnica, requerirá en mayor medida conocimientos
de psicología clínica y de psicopatología.
En la actualidad ya puede apreciarse
un desfasaje entre el progreso técnico y la insuficiente,
por no decir mísera, formación psicológica
y psiquiátrica de los médicos argentinos.
Hace pocos años la Organización
Mundial de la Salud estimaba que casi un 30 por ciento
de los actos médicos implicaban una incidencia
directa o indirecta de la psicología médica
o de la psiquiatría. Más recientemente,
encuestas destinadas a analizar la actividad de los
servicios de urgencia de los grandes hospitales revelaron
que en más del 40 por ciento de las urgencias
médicas se detectaban evidentes problemas psiquiátricos.
Es bien conocido el hecho de que los enfermos psíquicos
conforman el 50 por ciento de los enfermos totales internados,
pese a que los terapeutas institucionales no configuran
más que un 5 por ciento de la totalidad de la
dotación médica.
Al conocerse claramente esta demanda
pública, las respuestas proporcionadas por la
formación del médico argentino son toalmente
insuficiente. En el ciclo básico se imparten
desde no hace muchos años nociones generales
sobre psicología médica; la semiología
y la psicopatología han quedado reducidas a 15
días en el curriculum, y la psiquiatría
solamente dura un mes en el proceso de aprendizaje de
un médico.
El médico argentino comienza a darse cuenta claramente
de la falta de preparación y de conocimientos
sólidos en este campo cuando, como profesional,
debe asumir la relación terapéutica con
sus pacientes.
Una formación adecuada requerirá
más de 1.000 horas en su formación, exposiciones
orales seguidas de discusión y una documentación
escrita clara, práctica y accesible en caso de
necesidad. Este manual de psicofarmacología puede
ser de gran utilidad en este contexto.
En definitiva, lo que da valor a
un libro de terapéutica es la eficacia de las
prescripciones que aconsejen las diferentes situaciones
diagnósticas. Para alcanzarlo no hay mejor medio
que encomendarse a los que disponen de una gran práctica
y grandes conocimientos teóricos. Tener el privilegio
de conocer personalmente a su autor puede permitirme
atestiguar que su praxis es eficaz y conocimientos enciclopédicos.
La enfermedades mentales siguen siendo,
dentro de la medicina, un tema tan apasionante como
inagotable. Siempre han acompañado al hombre,
aunque el nivel de conocimiento sobre ellas ha sido
muy dispar según las épocas, pero además
no podemos perder de vista que han sufrido una serie
de modificaciones en los últimos decenios.
El médico, como el navegante,
debe fijar el rumbo hacia donde se camina, pero la fuente
de donde es necesario partir debe ser ahora y siempre
la clínica. Ella es la que nos ofrece de modo
patente los cambios que han ido sucediendo en las pocas
entidades nosológicas que conocemos.
La enfermedad psíquica, al
igual que la somática es algo vivo, en movimiento,
de ahí que el diagnóstico nodeba nunca
ser entendido como un destino definitivo, como un lugar
alcanzado e inamovible. Por otra parte, no podemos olvidar
que el hombre es también una realidad cambiante
y que el enfermo psíquico participa de este principio.
La historia clínica funde en una apretada síntesis
su historia biológica y su historia vital interna,
en el sentido de Binswanger. Debemos prestar mucha atención
al pasado histórico, y el método de la
anamnesis biográfica descubre la historia natural
y artificial de la enfermedad.
En la antesala de la investigación está
siempre la observación, después vendrán
las hipótesis de trabajo. El peligro del dogmatismo
en la medicina se volatiliza cuando partimos de la realidad
clínica, eterna fuente primordial de la investigacieon
médica.
Siempre han existido cambios transculturales
en los modos de enfermar, pero hoy abundan más;
quizas este hecho haya que analizarlo a la luz de los
cambios que se han ido sucediendo en nuestra cultura
occidental, tan rápidos como importantes.También
los psicofármacos han contribuido a ello; esto
hace que en algunas ocasiones se hallen enfermos cuyos
síntomas aparecen incoloros difusos, de perfiles
mal definidos. Este cambio se ha convertido en algo
habitual; lo nuclear de la psiquiatría de hoy
en lo accesorio y secundario de la psiquiatría
de antaño.
En cierto modo la mudanza que se
ha operado en psiquiatria contemporanea ha desplazado
el acento de las unidades nosológicas, de tal
manera que ha convertido lo periférico en epicentro,
lo epidérmico en medular, el adjetivo en sustantivo
y lo accidental en sustancial.
La vida se encarna en la persona;
la alegria y el dolor, la comunicación y el retraimiento,
el afrontamiento de la realidad y su evasión
resultan igualmente expresión biográfica
de la persona. Una filosofía ingenua concibió
a la naturaleza humana completa en su nacimiento nada
menos que con una esencia eterna, en cuyo existir histórico
sucedian acontecimientos accidentales de felicidad y
fatalidad.
Las nuevas teorias del conocimiento
psiquiátrico suponen una concepción e
la naturaleza humana mas lejana en el tiempo y en el
contenido que esas pasadas filosofias esenciales, y
la psicofarmacologia actual intenta reconstruir síntomas,
signos, vivencias y sentimientos, u otras veces sustituirlos
o trasformarlos para una nueva vida en salud, sin que
ello signifique un reduccionismo filosófico:
el biologismo.
Prólogo
II
Dr.
Ricardo Avenburg
Jefe
de Servicio de Psicopatología del Hospital Israelita
"Ezrah" de Buenos Aires.
Miembro
didacta de la Asociación Psicoanalítica
de Buenos Aires.
La psicofarmacología, vista
a la luz del psicoanálisis se aparece como un
más allá, como la otra vertiente del paciente
que, cuando se hace presente como necesidad señala
los límites a la labor del psicoanalista, límites
que lo llevan a la reflexión sobre las posibilidades
reales de cada área específica. Dicha
vertiente es, por supuesto, el campo de la biología
el cual, en el psicoanálisis, está representado
por los instintos; éstos son definidos por Freud
como el monto de exigencia de trabajo impuesto al aparato
psíquico en virtud de su dependemcia del soma.
¿Qué pasa cuando esta exigencia de trabajo
rebasa las posibilidades reales que tiene el aparato
psíquico para poder organizarlas dándole
cualidad psíquica? Son los casos en que falla
la estructura psíquica; ésta amenaza con
desorganizarse y requiere que toda la libido vuelva
al yo para ligar dichas magnitudes de excitación:
estamos, en términos generales, en el campo de
las neurosis narcisistas, las que, según Freud,
se enfrentaban al psicoanalista como un muro impenetrable
tras el cual solo podía atisbar lo que quedaba
oculto; pero el muro narcicista es todo lo que el Yo
del paciente puede ofrecer para no desintegrarse, y
esta rigidez no es otra cosa que expresión de
la fragilidad del Yo y un intento desesperado de mantener
un esbozo de organización ante exigencias provenientes
tanto del propio cuerpo como del mundo externo.
Las neurosis narcisistas (o sea las
psicosis en términos generales) deben ser abordadas
desde las tres áreas descriptas por Pichon Riviére:
debemos crear, en el mundo circundante del paciente
y ante todo en la familia, las condiciones necesarias
para que el mismo no pierda su conexión con el
mundo; a través de la psicoterapia, asumir ese
papel de yo auxiliar que le pueda restituir la organización
amenazada y desde el cuerpo, bajar el nivel de ansiedad,
o sea disminuir el monto de exigencia de trabajo impuesto
por la acción instintiva perturbada de modo de
permitir la acción de las otras terapias. El
psicofármaco actúa, ante todo, sobre lo
que en psicoanálisis se entiende como vertiente
económica.
¿Qué es aquello que
determina, en las neurosis narcisistas, esa labilidad
del aparato psíquico (o, en términios
generales del Yo) frente a las exigencias del mundo
externo o del cuerpo? Tenemos, por un lado, todos aquellos
trabajos que se vinculan a la acción de carencias
tempranas, de problemas ligados a la comunicación
intrafamiliar; por otro lado, aquellos que enfatizan
las disposiciones instintivas. ¿Qué pasa
con el cuerpo? Creo que el muro que se nos impone desde
la perspectiva del psicoanálisis es el de la
relación cuerpo-mente, ese suelo biológico
más allá del cual no podemos trascender.
No me cabe duda que a ese muro (aunque del otro lado)
se llega también investigando desde la vertiente
del cuerpo. La relación cuerpo-mente, desarrollada
en el plano especulativo por el psicoanálisis
desde la teoría de los instintos, es, desde la
clínica una incógnita. Entiendo que las
series complementarias deben seguir siendo, en el estudio
de las enfermedades mentales, la base sobre la que debemos
movernos. Es gran mérito el libro de Julio Moizeszowics
el desplegar el campo de la psicofarmacología
desde sus fundamentos neuroquímicos, con clara
conciencia de sus posibilidades y sus límites,
sin superponer niveles con el de los psicodinamismos,
sin plantear falsas opciones y con la esperanza de que
algún día se logren construir los túneles
que nos permitan traspasar el muro.
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